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La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta

Actualizado: 15 may 2021


El libro al que voy a criticar hoy (y el que me dio la razón para crear este blog, así que esto será toda una crítica) es La abuela que cruzó el mundo en una bicicleta, de Gabri Ródenas.


Explicaré brevemente cómo llegué a este libro. En Historia de la Literatura estudiamos las generaciones de escritores españoles. A mí me tocó la denominada "Generación Kindle" (2011), y, como tengo una cierta pasión por las letras, me metí bastante a fondo en el asunto. Los ideales de la Generación son sencillos: autopublicación, independencia del proceso editorial, libertad de contenidos y ausencia total de censura.

En principio, parecen unos ideales magníficos. ¿Quién no ha escuchado a escritores quejarse de la "mafia editorial"? En lo personal, conozco a varios escritores que han sufrido las consecuencias del sector editorial siendo como es. Así que esos discursos atrapan. Y a nadie se le ocurre pensar que la selección del público, de un público sin informar sobre todos los temas que lee, de un público que cree ciegamente todo lo que diga el autor, que no entra en un aspecto crítico, puede ser muchísimo peor que la de una editorial.


La historia tiene una buena base, todo hay que reconocerlo. Una abuela, de noventa años, recorre en bicicleta el camino entre un pequeño pueblo de Oaxaca (México) y la ciudad de Veracruz, en busca de un nieto al que nunca ha conocido. Optimista e incansable, repartiendo alfajores repletos de sueños, a lo largo del viaje hace un retrato de la vida de las personas y de la sociedad.


El primer punto en que el libro falla: la documentación. Los mexicanos hablan como una mezcla de peruanos y españoles, usando la conjugación de "vosotros" (nadie en México la usa) y metiendo la palabra quiubo cada cinco frases, como si así se conectara perfectamente con el lenguaje mexicano.

Doña Maru, la abuela, reparte alfajores "chilenos, que son un poco diferentes a los que tienen ustedes aquí, en México". Para empezar, en México no hay alfajores. Y en Chile los hay actualmente, pero son una importación reciente. Cuando en la historia ella se marcha de allí (hace unos 75 años), probablemente ningún chileno sabía el significado de la palabra "alfajor".

Dentro de esta falta de documentación, hay una simplificación enorme de los problemas que enfrentan las personas en México. Las "soluciones" a los problemas de una joven camino de dar en adopción a su bebé recién nacido son volver con sus padres y dejar de preocuparse por el dinero. Como si en la mayoría de los casos sus padres fueran a dejarla volver. Como si al dejar de preocuparse por el dinero ya no fuera necesario comer. El niño "pobre" en un pueblo perdido en una carretera, ha desarrollado un misterioso gusto por los libros (es decir, ha tenido acceso a leerlos) y por las computadoras (es decir, ha tenido acceso tocar una por el suficiente tiempo como para aprender a usarla). Por lo que he conocido de pueblos así, ese niño estaría mucho más cerca de ser más el rico que el pobre.

Doña Maru, una mujer que no ha recibido ninguna clase de formación (ni siquiera sabe leer y escribir), suelta discursos con unas construcciones de palabras que ni yo (que tengo tendencia a enredarme como nadie) habría usado en una conversación hablada. Y los demás personajes, en vez de fruncir el ceño ante esa vieja loca, deciden cambiar sus vidas por esas palabras que les han abierto los ojos.

Yo puedo ser muy optimista, de verdad. Pero crear un falso optimismo invisibilizando la realidad no me parece la solución a ningún problema.


El segundo punto que no soporté: el segundo mensaje. La parte básica de la filosofía de la novela (apreciar las pequeñas cosas y "fluir" en la vida) podríamos considerarla aceptable. Yo no estoy muy de acuerdo con ella, pero acepto que haya personas que lo estén. El problema es el segundo mensaje, que se va pasando poco a poco sin que nadie (ni el propio autor, o eso espero) se entere de ello. Porque ese segundo mensaje propone "perdonar" a un violador.

Don Humberto viola a Maru a una edad a la que ojalá ninguna niña supiera el significado de violación. La deja embarazada, y termina de destruir cualquier atisbo de vida con el que ella pudiera soñar.

Proponer perdonar a Don Humberto impactaría demasiado al lector. Por eso, se va poco a poco, para que nadie se dé cuenta.

Primero, se lo va presentando como un ser que sufre, porque pierde dinero (hasta llegar casi al nivel de los demás, ¡qué horror!), y porque su esposa no puede tener hijos (menos mal, no quiero imaginar lo que sería ser hijo de un violador). Lo que hacía con Maru, insiste miles de veces el autor, era solo una forma incorrecta de "pedir amor". Quiero aclarar dos cositas. Humberto es el personaje que menos sufre en toda la novela (es blanco, rico, puede hacer lo que le dé la santísima gana), así que su papel de "pobrecito" está absolutamente injustificado. Y, cuando llegas al punto de hacerle eso a una niña, ya no eres una persona capaz de amar, ni siquiera de entender el significado de amor. No hay ni habrá nunca nada que justifique una acción así.

Después, Maru suelta la siguiente frase, bien escondidita, pero que se va metiendo en la cabeza del lector: "No lo juzgo, pero tampoco lo justifico". ¿Muy bonita, verdad? A todos los que han reseñado el libro les ha convencido, desde luego. A un violador se lo juzga, siempre. Y, como mínimo, se hace lo suficiente para que nunca en su vida tenga la posibilidad de volver a hacer algo así.

Y por último, el escritor suelta ese maravilloso "perdón", disfrazado de liberación. Maru se libera de todo "perdonando" a todas esas personas buenas que solo han sido víctimas de circunstancias. Y el lector se lo traga contentísimo.


El último punto fue una cosa un poco más personal y menos objetiva. El narcisismo del autor. El porcentaje de narcisistas en los escritores es altísimo, yo misma reconozco que tengo mis narcisismos por ahí. Pero escribir un libro predicando contra el narcisismo cuando tú lo derrochas en cada palabra, no sé, es un poco incoherente...


Lo que menos pude soportar fue el hecho de que ni una sola reseña hubiera notado nada de esto. El libro es comprado y leído por españoles, que simplemente se quedan con esa visión de México y del mundo. Así, el autor extiende una desculturización y un mensaje machista que puede hacer mucho daño.

Esta reseña es un intento de mostrar lo que de verdad hay en este libro, y tal vez de concientizar a algún lector para que, a partir de ahora, intente ser crítico con lo que lee (sobre todo con los libros que no han pasado por filtros) y no se trague cosas así.


Esta es mi primera reseña, así que agradecería mucho cualquier comentario o sugerencia :). No muerdo, de verdad.

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