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Tintín, o cuando el contexto no es justificación suficiente


Sí, voy a criticar Tintín. Me ha costado decidirme por algo tan grande, pero prometo que hay buenas razones.

Antes que nada, voy a aclarar una cosa. No niego que Tintín ha tenido un gran impacto en el mundo del cómic, y que le ha aportado muchas cosas que definen la forma que tiene el género en la actualidad. Tampoco niego que marcó la vida de muchas personas, ni que muchos niños crecieron entre sus páginas. Todo lo que digo es que, desgraciadamente, haber conseguido todo eso no sirve para justificar nada.


Tintín nace junto con los años 30, en un deseo de Hergé (su autor, cuyo nombre real es Georges Rémi) de acercarse al público juvenil con los valores de los boy-scouts. La primera aventura de Tintín, encargada por Norbert Wallez (reconocido fascista), está creada ya con un propósito moral: aleccionar a los niños contra el comunismo.

Más allá de si la opinión del autor es correcta (nadie puede negar que el comunismo soviético estaba muy lejos de la perfección, pero tampoco podríamos decir lo contrario de capitalismo), no considero que esa sea la forma correcta de transmitirla. Si le das a un niño una historia divertida, se creerá siempre el mensaje que venga detrás. Y, como digo siempre, las ideas se deben defender con argumentos, no con historias bonitas.

Pero el asunto va más allá de críticas al socialismo. Las historietas de Tintín vivieron la Segunda Guerra Mundial. Ya sea solo por sobrevivir o por alguna razón más, Hergé dejó el periódico en el que trabajaba (que fue obligado a cerrar) y se trasladó a Le Soir, completamente controlado por los nazis. Fue durante esta época que nacieron el capitán Haddock y el profesor Tornasol, que se volverían esenciales, y que se escribieron los que muchos consideran los mejores álbumes.

Creo que el hecho de trasladarse a un periódico que apoyó a un régimen así, de que la cumbre de su creación sea en ese momento histórico, dice bastante sobre las ideas políticas y morales de Hergé. Y no creo que un autor así sea el más indicado para libros infantiles (ni para cualquier otra clase).

Se han hecho muchas acusaciones contra la ideología de Hergé. Al principio él las refutaba todas, argumentando que sus colaboraciones surgieron solo como necesidad de continuar con su obra. Sin embargo, pasadas unas décadas, admitió haberse sentido atraído por el régimen en su momento, y haberse arrepentido con el paso del tiempo.

Incluso si suponemos verdadero ese arrepentimiento, seguiría sin justificar la obra de Hergé. Porque querría decir que, mientras escribía algunos de sus álbumes, estaba de acuerdo con el régimen, y tenía la intención de transmitir sus ideas.


Los álbumes de Tintín han sido muy criticados también por temas de racistas, machistas y colonialistas. Ninguno de estos suele apreciarse a primera vista, pero leyendo desde otro enfoque parece increíble no haber reparado en ellos.

Para empezar, hay una absoluta ausencia de personajes femeninos. La única mujer que adquiere algo de protagonismo es La Castafiore, mientras que las demás se limitan a ser personajes ambientales. Esto ha llevado a muchas críticas a tildar a Hergé de misógino.

Cada vez que Tintín hace alguno de sus viajes por el mundo, los nativos tienden a mostrarse con capacidades intelectuales muy inferiores a las de los europeos. En este aspecto, el álbum más criticado ha sido Tintín en el Congo, acusado de racista y colonialista. Un congoleño, Bienvenu Mbutu Mondondo, demandó a este álbum por ser un insulto a su pueblo. Según el abogado de la acusación, el cómic representaba a los congoleses como "idiotas, perezosos, incivilizados e incapaces de hablar correctamente". El Tribunal de Apelación de Bruselas rechazó la demanda, argumentado que esa ideología era propia de su contexto y no podía ser juzgada fuera de él.



El contexto ha sido, y seguirá siendo siempre, un tema muy polémico. No se le puede pedir a un autor de otra época que tenga las mismas ideas que tenemos ahora. Y tampoco podemos dedicarnos a censurar todas las obras antiguas solo porque ya no concuerden con el mundo actual.

Los críticos suelen concordar en un punto: las obras deben juzgarse en función de su contexto.

No podemos pedirle a Julio Verne que no sea racista. No podemos pedirle a Emilio Salgari que no sea colonialista. Debemos leerlos entendiendo su contexto.

Pero el contexto no es suficiente para justificar a Hergé. ¿Por qué? Esencialmente, por todo lo que acabo de decir sobre él. Porque en su época habría podido tener acceso a las personas que luchaban contra el racismo y el colonialismo. Porque en su época podría haber mirado por la ventana para ver lo que los nazis estaban haciendo. Y no lo hizo.

Incluso para su época, incluso para su contexto, la labor de Hergé estaba transmitiendo ideas y visiones del mundo que, gotita a gotita, regaron semillas con las que ahora debemos lidiar.


¿Qué hacer entonces? ¿Dejar de leer Tintín?

No.

Hay quien opina que todas las obras con esa clase de mensajes deberían dejar de ser leídas. Tal vez no censuradas por el gobierno, pero sí por sus lectores. Yo no estoy de acuerdo.

Creo en dos cosas. Primero, que todo aquel que no conoce su pasado está condenado a repetirlo (la frase se atribuye a Napoleón, pero medio universo la va copiando por ahí), y, segundo, que para acabar con algo lo primero es conocerlo bien.

No se puede negar el impacto de Tintín. No puede borrarse. Lo que sí se puede hacer es leerlo entendiendo lo que hay en realidad tras sus páginas. Leerlo, no como historia de aventuras, sino como una obra cuya repercusión se quiere entender.

Y no dejar que los niños lo lean. ¿Por qué? Porque un niño no es capaz de leer entendiendo nada de lo que venga detrás. Porque en la mente de un niño es en la que más calan esas ideas.

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